El Rāmāyaṇa es una epopeya sánscrita que se encuentra atribuida al sabio hindú Vālmīki, recogida por escrito alrededor del 300 a.C. formando parte de la literatura védica, junto al Mahābhārata, como Itihāsa, basada en las narraciones históricas.
Acercarse a dicha literatura es hacer uso del legado espiritual de la India milenaria; por lo que no se trata sólo de un viaje histórico, ya que contiene las grandes sabidurías que conducen a la autorrealización.
Siendo la primera composición poética del mundo es conocida como Ādi Kāvya (primera epopeya) situándose al final de Tretāyuga; la cual llega a su fin en el 867.100 a.C., con la historia del séptimo avatāra de Viṣṇu, Rāmacandra y ,su consorte, Sītā Devī, una expansión de Lakṣmī Devī, la Diosa de la fortuna y la prosperidad.
A lo largo de veinticuatro mil versos, entregados en siete libros, se narra desde el advenimiento de Rāma y sus hermanos, la unión con Sītā Devī, la pérdida del trono, el exilio, el secuestro y la maestría de Sītā surgiendo la victoria sobre el mal. Cada un@ de sus personajes ejemplifican distintas virtudes que quienes lo leen pueden aspirar a incorporar en sus vidas.
Tras diversas intrigas intrafamiliares, Rāma es desterrado catorce años al exilio siendo acompañado, de forma voluntaria, por Sītā Devī y su inseparable hermano Lakṣmaṇa. Durante ese período vivieron en el bosque de una forma ascética contemplando "una vida sencilla con pensamiento elevado".
Sin embargo, la historia tomó un giro inesperado cuando Rāvaṇa, un demonio de diez cabezas, que gobernaba en Lanka decidió secuestrar a Sītā Devī.
La angustiosa búsqueda de Sītā nos conducirá al recorrido de la India desde Ayodhyā, ciudad al norte de la India hasta la costa sur cruzando a la Isla de Sri Lanka. Mientras que Sītā Devī nos mostrará las habilidades yógicas, la paciencia y la determinación para lidiar con su terrible situación donde buscan quebrarle psicológicamente.
Rāvaṇa trató de disfrutar, codiciosamente, de la Diosa de la Fortuna y como consecuencia le sobrevino la ruina y la muerte, recordándonos que la prosperidad no es sólo una cuestión material, sino que, de forma holística, se compone de la riqueza espiritual que es la que perdura.
El exitoso rescate se llevará a cabo gracias a la colaboración de los Vānaras, una tribu de monos, y a la especial dedicación de Hanūmān, el hijo del viento, como eterno servidor de Sītā y Rāma.
El Rāmāyaṇa presenta muchísimas enseñanzas valiosas de la mano de los importantes valores, la fuerza de voluntad, la virtud, la veracidad, la ecuanimidad y la paciencia, presentes en las raíces del comportamiento de la yoginī y del yogī.
Igual que en la historia, las personas padecemos, en nuestras propias vidas, pérdidas, destierros y desilusiones hasta que, a través del proceso espiritual, nos abrimos a la aceptación, a la resiliencia y, sobre todo, a la trascendencia.
Por otro lado, nos recuerda que el amor es nuestra esencia; pero que requiere de cuatro parámetros concisos para descartar el apego amoroso: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. El amor no acaba, ni se desgasta ni se muere. Es más, el amor trasciende etiquetas, estatus sociales e incluso razas como nos enseña Hanūmān tanto en su valiosa y humilde aportación que hace posible el rescate de Sītā; como en las āsanas que portan su propio nombre.
Qué la sabiduría del Rāmāyaṇa siempre nos acompañe.
¡Jay Sītā Rāma!
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