Como humanidad vivimos en una afectación constante debido a la construcción de una sociedad jerárquica muy peligrosa; la cual amenaza constantemente la vida. Un sistema que no se basa en el amor, la lucidez, la benevolencia y la compasión; sino todo lo contario, induciendo a los seres humanos a un ego tan competitivo como voraz que los desorienta de sí mism@s.
El yoga, como ciencia, filosofía y arte milenario, arriba a nuestras vidas como un bálsamo para el alma, con el fin de armonizar nuestro tránsito por este mundo material mientras, mediante la sādhana, gestionamos una actitud y un estado mental que avive la conciencia y nos permita manejarnos desde nuestra propia esencia.
La sādhana cuenta con tres etapas para su desarrollo:
1- Śrāvaṇa (escuchar): La primera etapa de búsqueda espiritual donde a través de esta actividad mental comienza el proceso de comprender y absorber enseñanzas. Comienza el viaje hacia la autorrealización, donde la sādhakī establece que su identidad es una con el ser. Escuchar, también, forma parte de uno de los procesos más importantes del bhakti yoga (navadhābhakti).
2- Manana (reflexionar): Como segunda etapa de aprendizaje se encuentra la reflexión que apunta tanto a la dimensión interna como externa donde la sādhakī reflexiona, despeja dudas o inquietudes. De esta manera, se afianza la enseñanza en una cuidadosa comprensión. No se trata de una simple reflexión o el aturdimiento de pensar en si nos gusta sino más bien se concibe como un conocimiento perfecto sobre los ámbitos profundos y esenciales posibilitamos la evolución de conciencia. Procesos intuitivos, junto a una creatividad mental, se hacen más notorios dentro y fuera de la esterilla conduciendo, finalmente a la comprensión de la propia realidad.
3- Nididhyāsana (poner en práctica, experimentar): Pese a diversas interpretaciones erróneas requerimos practicar individualmente para gestionar una experimentación propia. Se trata de una consideración profunda y repetida que nos lleve a un estado meditativo lo más presente posible. Este viaje se dirige hacia la más sutil y hermosa unidad. La práctica personal permite que la sādhakī adquiera el conocimiento completo, culminando el desarrollo de la sādhana.
La naturaleza de la meditación no reside solamente en la relajación. Esta sensación también la podemos obtener, por ejemplo, a través de un masaje con un oleato personalizado o de un baño de agua caliente con hierbas medicinales. En cambio, dhyana yoga va más allá siendo técnica milenaria para demoler al ego tirano, a través de un proceso de amor, en una apertura de conciencia y con un sentido del equilibrio que permita conseguirnos a nosotras mismas.
Sintonizar con la propia esencia nos conduce a posicionarnos en la vida como seres de luz y amor que buscan armonizar mediante actos guiados por la presencia mediante una energía propia de vitalidad, paz y verdadera compasión.
Integrar dhyana yoga supone un auto compromiso de ser luz para nosotras mismas, primeramente, adentrándonos en un viaje cada vez más profundo en nuestro interior que nos transporta hacia la elevada morada del silencio donde la mente permanece calma y las sosegadas aguas del lago mental nos permiten ver el tesoro del fondo, la esencia del ser.
El autoconocimiento es sumamente importante para comprendernos, habitarnos consciente y amorosamente y evolucionar.
Reconocer automatismos y sonambulismos es el gran paso que proporciona la motivación de liberarnos de las ataduras de la mente. Conocer nuestra mente, su funcionamiento y su relación con los sentidos se hace crucial observando como la mente consciente suele ser más bien una mente semiconsciente y egocéntrica. Mientras en el trastero del inconsciente se encuentran patrones obsoletos, traumas, creencias limitantes, represiones, complejos y frustraciones a la espera de que le pongamos luz y orden.
En el agitado ritmo de la vida parece no haber tiempo para liberarnos de las cadenas, como muestra de la autoprogramación rutinaria de nuestros roles en el sistema; lo cual mantiene a la sociedad en tan lamentables circunstancias. Así se propicia una mente enemiga que compara, denigra, envidia, abusa, compite y busca dominar con un insaciable ego, siendo su hermano gemelo el incesante pensamiento.
No obstante, cuando detenemos el pensamiento, aunque sea por un breve instante, a través de dhyana yoga, vamos más allá del ego y llega la comprensión preciosa del ser. Este auspicioso momento se equipara a la ola que en su necedad se creyó siempre diferente e independiente del océano; pero que, por fin, acepta y se reconoce que siempre formó parte del océano.
Crea,revive y ama tu relación con la auspiciosa sādhana.
Namaste.