“Soy la reina soberana de toda la existencia, la recolectora de tesoros, conocedora (del Ser Supremo), la principal de los objetos de adoración; como tal, los dioses me han puesto en muchos lugares, morando en múltiples condiciones, entrando en numerosas (formas)”.
Devīsūktam. Rg veda X, 125,3 (Vāgāmbhṛṇī ṛṣikā).
La Diosa Madre, útero cósmico que parió el mudo fue alabada, reconocida y atesorada en el corazón de la humanidad, como vemos en la Civilización del Indo. Conforme avanzó la era, el sistema patriarcal eliminó el culto a la Diosa ocasionando que la energía femenina se ocultará en lugares profundos de la tierra.
Así la humanidad quedó en una oscuridad tan grande que las mismas mujeres, increíblemente, desconocen su propia Śakti, su propia potencia. Los hombres, por su parte, se sienten desligados de la feminidad sagrada; pese a que una mujer les alumbró. Por ende, la humanidad desconoce la fortaleza femenina a punta de inventar su debilidad. Huerfan@s de lo femenino nos convertimos en adult@s rot@s.
La magia y el misterio es que las Diosas del yoga, siendo eternas, cobra vida cuando las invocamos y veneramos.
Siendo la Diosa Madre sustrato de todo cuanto conocemos, la potencia femenina se expande en el universo, en el mundo, en nuestro cuerpo… Se conoce como energía sutil que adopta la forma de procesos biológicos en el cuerpo, que actúa por medio de nuestros pensamientos, que hace posible la expresión de las emociones; pero, también, que empodera, alinea el conocimiento y la voluntad con la acción, que eleva nuestra conciencia, con diferentes atributos y pasatiempos…
A través de nuestra personalidad fluye la energía de más de una Diosa, aunque alguna puede estar predominar y establecerse. Claramente, se perciben como algunas nos acompañan desde nacimiento. Así cómo otras pueden acontecer en medio de ciertas circunstancias… A medida que las vamos reconociendo, potenciamos sus atributos en nuestras vidas. Nos alineamos con su luz, en caso de estar viviéndolas en sombra. Y agradecemos su presencia en nuestras vidas; ya que siempre nos traen bendiciones y crecimiento.
Hoy celebramos Kālī Pūjā, un festival dedicado a la Diosa Kālī que anunciará el Novilunio.
Miles de personas alrededor del mundo le ofrendan hibiscos o flores rojas, dulces, arroz y lentejas. Como, además, coincide con el Divālī, ese día se encienden las diyas y se comparten galletas saladas artesanales. La luz de las lamparitas de ghee anuncian como se disipa la oscuridad de nuestras vidas. La Diosa Madre se presenta en un aspecto feroz pese a ser altamente protectora y benévola lista para disipar la oscuridad y el temor de la psique.
Kālī significa oscuridad. Surgió del tercer ojo de Durgā Devī en uno de los momentos claves del Devīmāhātmya, texto clave del siglo V d.C.:
“Cuando ella apareció, Pārvatī Devī se tornó negra y así se la conoció como Kālī, la que habita en el Himalaya” 5.41
“Ambikā dejó escapar un colérico grito contra ellos; y de la furia, su cara se tornó negra como la tinta”. 7.4
“Inmediatamente, de su entrecejo fruncido emergió Kālī, con cara de espanto, con su espada y con su lazo”. 7.5
Hizo frente al demonio Raktabīja que poseía el poder de crear enormes soldados a partir de las gotas de sangre que derramaba. Madre Kālī, con su larga lengua, consiguió absorber toda su sangre antes de que llegase al suelo.
La sangre de Raktabija es un símbolo de los deseos incontrolables que agitan nuestras mentes. Su ferocidad es la potencia transformadora. La lengua de Kālī Mā se convierte en la potencia de voluntad yógica de engullir deseos y pensamientos constantes hasta que la luminosidad de nuestro ser pueda relevarse.
Que los velos se caigan. Enciende tu luz. Feliz Kālī pūjā.
¡Auspicioso Kārtika!