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   La profundidad de la ciencia milenaria del yoga se integra invitándola a nuestras vidas y practicando de forma que, sin límites, se encuentre presente tanto dentro como fuera de la esterilla.

  Esta ciencia expone nuestras envolturas físicas, vitales y emocionales acercándonos a la conciencia de la bienaventuranza. De esta forma, reconociendo nuestras envolturas podemos gestionar un autoconocimiento tan precioso y preciado como revelador.

 Así, se nos invita a un viaje interior; el cual permite la reconexión con el ser eterno y primordial que somos. Se nos convida a alinear cuerpo, mente y alma fomentando el discernimiento y la sabiduría interna.

De tal manera, vamos reconectando nuestro interior, reencontrándonos con nuestra calma, poniéndonos en sintonía con el silencio y con la presencia, mientras nos reconocemos en todo ello.

Yoga es la guía, la visión y la experimentación ancestral, universal y atemporal de cómo conectarse con la Divinidad. Vibrar en concordancia con un propósito superior de vida nos apertura la senda que conduce a la visión del ser eterno e ilimitado que somos mientras fomentamos la unión con lo divino.

   En muchas ocasiones, el sufrimiento psíquico, que nos ocasionamos, es terrible; debido a una mente que se alimenta de impresiones. El Yoga nos conduce a mejorarnos, humanizarnos y transformarnos desde el bienestar integral. Con una práctica acompañada, bien conducida y sostenida vamos alcanzando estabilidad mental. Comenzamos  a discriminar y la mente se torna amiga y amable mientras transitamos la vida.

   El yoga se torna luz de la consciencia; con la cual ir armonizando nuestras envolturas; a través de una relación más conscientes y reales con cada una de ellas, desde nuestra verdadera esencia. En la danza de la fluidez, la mente se va poniendo al servicio del corazón.

Lo esencial en la vida es el amor y la paz interior.

Svāgataṃ.

  

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